Londres ante un doble desafío: Pekín amenaza la seguridad, pero es esencial para la economía

El gobierno del primer ministro británico Keir Starmer se encuentra en un dilema complejo que combina la seguridad nacional y la dependencia económica de China, frente a un claro conflicto de intereses que amenaza la estabilidad política y económica del Reino Unido.
Presiones de seguridad y desafíos de inteligencia
Los servicios de inteligencia británicos, incluidos el MI5 y el GCHQ, clasifican a China como la mayor amenaza estatal para la seguridad británica. Las actividades chinas sospechosas, desde el espionaje cibernético hasta los intentos de acceder a la infraestructura digital crítica, hacen que cualquier trato con Pekín esté lleno de riesgos.
El debate sobre el desestimado reciente de un caso de espionaje, en el que el gobierno pidió no presentar cargos contra dos hombres acusados de espionaje, destacó la contradicción entre las advertencias de seguridad y las consideraciones políticas y económicas, y provocó ampl críticas de los diputados conservadores que ven en ello una indulgencia injustificada hacia Pekín.
La economía: dependencia de un socio estratégico
A pesar de los riesgos, China sigue siendo el quinto mayor socio comercial de Gran Bretaña, con un intercambio total que alcanza aproximadamente 100 mil millones de libras esterlinas anuales, y las importaciones chinas representan más del 70% de este total, especialmente en los sectores de telecomunicaciones y maquinaria. Cualquier escalada de seguridad podría costar al economía británica de manera significativa, mientras que China depende del sistema financiero británico y de los mercados bancarios. Estos intereses mutuos obligan a Londres a tener cuidado en cualquier paso decisivo contra Pekín.
La embajada china: símbolo de tensión y desafíos futuros
El proyecto de construir un enorme complejo diplomático chino en Londres, que se ha retrasado en varias ocasiones, se ha convertido en un nuevo punto de tensión entre los dos países. Las agencias de seguridad británicas temen que el edificio se convierta en un centro de vigilancia y espionaje, permitiendo a Pekín acceder a la infraestructura digital crítica. También se cree que Pekín ha vinculado la aprobación del proyecto con el permiso para reconstruir la embajada británica en China, en una especie de presión mutua que refleja la estrategia de poder económico y político de China.
El dilema estratégico
Los gobiernos británicos sucesivos siempre han intentado equilibrar el aprovechamiento del mercado chino y la protección de la seguridad nacional. Mientras que la era de David Cameron describió la cooperación con Pekín como una época dorada, Theresa May y Boris Johnson intentaron mantener una relación "positiva y fructífera", sin embargo, las preocupaciones sobre el espionaje, los ataques cibernéticos y las violaciones de derechos humanos han hecho que la relación sea extremadamente preocupante.