Trump y Hegseth anuncian "una guerra desde adentro" en un enfrentamiento sin precedentes con el ejército estadounidense
September 30, 202548 VistasTiempo de lectura: 3 minutos

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En una escena inusual, el presidente estadounidense Donald Trump se presentó ante una multitud de cientos de generales y almirantes en la base de Quantico en Virginia, advirtiendo que Estados Unidos enfrenta "una guerra desde adentro" debido a los delitos y la inmigración, en un discurso que estuvo marcado notablemente por su carácter político.
Lo que distingue este discurso es la ruptura de la tradición estadounidense de mantener a la institución militar alejada de los conflictos políticos internos. Trump, a diferencia de sus predecesores, no dudó en utilizar la plataforma militar para atacar a sus oponentes políticos y describir a la prensa como "malévola", lo que plantea preguntas sobre la intersección de roles entre las tareas militares y las posiciones políticas.
Lo más controvertido es el anuncio de desplegar fuerzas militares en ciudades estadounidenses como Los Ángeles, Washington y Portland, bajo la justificación de combatir "los disturbios civiles y el crimen". Esta tendencia representa un cambio fundamental en el papel del ejército estadounidense, de defender al país contra amenazas externas a intervenir en asuntos internos.
Por su parte, el secretario de Defensa Pete Hegseth -quien cambió el nombre de su ministerio a "Ministerio de la Guerra"- anunció una serie de medidas destinadas a "corregir el rumbo" de la institución militar. Su crítica a lo que describió como la ideología de "despertar" (Woke) dentro del ejército, y su insistencia en nuevos estándares de aptitud física y apariencia, reflejan una visión diferente del concepto de preparación militar.
Los cambios no se limitan al discurso, ya que los despidos masivos que afectaron al 20% de los generales y almirantes, incluidos oficiales de cuatro estrellas, plantean preguntas sobre los criterios de estas decisiones y sus objetivos. La justificación de Hegseth de que "es casi imposible cambiar la cultura de una institución con las mismas personas" revela una intención de reconfigurar la identidad de la institución militar desde sus raíces.
Esta tendencia plantea profundas cuestiones constitucionales, especialmente en relación con los límites del uso de las fuerzas armadas en asuntos internos, la separación de poderes y la independencia de la institución militar. El papel tradicional del ejército estadounidense siempre ha sido mantener la seguridad nacional frente a amenazas externas, y no involucrarse en conflictos políticos internos.
Las transformaciones en la institución militar estadounidense bajo el liderazgo de Trump y Hegseth representan un punto de inflexión en la historia del país. Convertir al ejército en una herramienta para una "guerra interna" amenaza los cimientos democráticos sobre los cuales se fundó América, y suscita preocupaciones sobre la militarización de la vida civil y la politización de la institución militar. La escena actual nos recuerda las advertencias de los padres fundadores sobre los peligros de la intervención del ejército en asuntos internos, una lección histórica que no debe ser ignorada.
Lo que distingue este discurso es la ruptura de la tradición estadounidense de mantener a la institución militar alejada de los conflictos políticos internos. Trump, a diferencia de sus predecesores, no dudó en utilizar la plataforma militar para atacar a sus oponentes políticos y describir a la prensa como "malévola", lo que plantea preguntas sobre la intersección de roles entre las tareas militares y las posiciones políticas.
Lo más controvertido es el anuncio de desplegar fuerzas militares en ciudades estadounidenses como Los Ángeles, Washington y Portland, bajo la justificación de combatir "los disturbios civiles y el crimen". Esta tendencia representa un cambio fundamental en el papel del ejército estadounidense, de defender al país contra amenazas externas a intervenir en asuntos internos.
Por su parte, el secretario de Defensa Pete Hegseth -quien cambió el nombre de su ministerio a "Ministerio de la Guerra"- anunció una serie de medidas destinadas a "corregir el rumbo" de la institución militar. Su crítica a lo que describió como la ideología de "despertar" (Woke) dentro del ejército, y su insistencia en nuevos estándares de aptitud física y apariencia, reflejan una visión diferente del concepto de preparación militar.
Los cambios no se limitan al discurso, ya que los despidos masivos que afectaron al 20% de los generales y almirantes, incluidos oficiales de cuatro estrellas, plantean preguntas sobre los criterios de estas decisiones y sus objetivos. La justificación de Hegseth de que "es casi imposible cambiar la cultura de una institución con las mismas personas" revela una intención de reconfigurar la identidad de la institución militar desde sus raíces.
Esta tendencia plantea profundas cuestiones constitucionales, especialmente en relación con los límites del uso de las fuerzas armadas en asuntos internos, la separación de poderes y la independencia de la institución militar. El papel tradicional del ejército estadounidense siempre ha sido mantener la seguridad nacional frente a amenazas externas, y no involucrarse en conflictos políticos internos.
Las transformaciones en la institución militar estadounidense bajo el liderazgo de Trump y Hegseth representan un punto de inflexión en la historia del país. Convertir al ejército en una herramienta para una "guerra interna" amenaza los cimientos democráticos sobre los cuales se fundó América, y suscita preocupaciones sobre la militarización de la vida civil y la politización de la institución militar. La escena actual nos recuerda las advertencias de los padres fundadores sobre los peligros de la intervención del ejército en asuntos internos, una lección histórica que no debe ser ignorada.