En un discurso controvertido ante la Asamblea General de la ONU, hoy viernes, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu enfatizó que las operaciones militares en Gaza no se detendrán antes de la rendición del movimiento Hamás y la entrega de los rehenes, afirmando que Israel está trabajando para eliminar completamente el régimen de Hamás.
Señaló que los restos del movimiento aún están activos en Gaza, y que recurrió a transmitir su discurso a través de altavoces sobre vehículos militares para enviar mensajes directos a los cautivos, diciendo que Israel continuará trabajando hasta que los devuelva.
Netanyahu culpó a Hamás de la hambruna en Gaza, acusándola de robar la ayuda y usar a los civiles como escudos humanos, mientras negó rotundamente las acusaciones internacionales dirigidas a Israel por cometer genocidio.
También atacó fuertemente a los países occidentales que reconocieron al estado de Palestina, describiendo su decisión como vergonzosa y que fomenta la violencia contra los judíos, considerando que el reconocimiento del estado palestino es una locura y un suicidio para Israel.
Agregó que los palestinos no buscan una solución de dos estados, sino establecer un estado sobre las ruinas de Israel, enfatizando que el rechazo al estado palestino no es solo una decisión de su gobierno, sino una posición popular israelí general.
En la última parte de su discurso, Netanyahu acusó a Irán de desarrollar un programa nuclear destinado a destruir Israel, señalando que Tel Aviv ha librado guerras en siete frentes durante los últimos dos años, y ha controlado el espacio aéreo iraní en la guerra de junio.
También habló sobre "el objetivo de Israel contra las milicias iraníes en Siria, Irak y Yemen", afirmando la destrucción del arsenal de Hezbolá y de líderes prominentes en él, y alabó los esfuerzos del gobierno libanés para desarmar al partido, considerando que la paz con Líbano depende de ello.
El ascenso de Netanyahu al podio de la ONU fue recibido con una amplia retirada de varias delegaciones internacionales, en una escena que los medios describieron como un momento de vergüenza diplomática sin precedentes, que refleja el grado de aislamiento político que enfrenta Israel en medio de su guerra continua en Gaza.