Líbano entre el martillo estadounidense y el yunque israelí: ¿Dónde se encuentra el ejército?
September 23, 2025316 VistasTiempo de lectura: 2 minutos

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En una nueva escalada diplomática, el tema del desarme de Hezbolá vuelve a ocupar el centro de la escena política libanesa, tras las declaraciones del enviado estadounidense Tom Barak que criticaron la forma en que Washington maneja este asunto. La respuesta libanesa llegó a través del presidente de la Cámara de Representantes, Nabih Berri, quien afirmó que el ejército libanés "no es un guardia fronterizo para Israel".
El gobierno libanés, que tomó la decisión en agosto pasado de restringir las armas al estado, enfrenta un desafío triple: presiones estadounidenses crecientes, rechazo de facciones armadas a la decisión de desarme y la continuación de las violaciones israelíes al acuerdo de alto el fuego. Este difícil triángulo pone a Líbano ante una verdadera prueba de soberanía nacional.
Por un lado, Estados Unidos afirma que Líbano "no ha hecho nada" respecto al desarme de Hezbolá, mientras que la parte libanesa responde que el ejército no será un guardián de las fronteras en beneficio de Israel. Esta ecuación refleja una profunda problemática en las visiones internacionales y regionales sobre el papel del ejército libanés.
Las violaciones israelíes al acuerdo de alto el fuego, que superaron las 4500 violaciones según datos oficiales, añaden otra dimensión a la crisis. Mientras Líbano se compromete con el acuerdo según las declaraciones de Berri, Israel continúa sus violaciones y amplía su presencia en colinas libanesas ocupadas.
La decisión gubernamental de desarmar parece más un comunicado político que un plan práctico y ejecutable, especialmente ante las claras objeciones de Hezbolá y el Movimiento Amal. Esta realidad coloca al ejército libanés en una posición extremadamente sensible, entre la obligación de ejecutar las decisiones del gobierno y la necesidad de mantener la estabilidad interna.
El mayor desafío que enfrenta Líbano hoy es cómo equilibrar las presiones internacionales y los intereses nacionales, en un momento en que los efectos de la última guerra aún están presentes en la memoria colectiva. La decisión de desarme necesita de un consenso nacional más que de una decisión gubernamental, especialmente ante los desafíos de seguridad que aún persisten.
La ecuación libanesa sigue siendo compleja: soberanía nacional que debe ser protegida, presiones internacionales que no pueden ser ignoradas y una realidad política y de seguridad que requiere soluciones prácticas. El éxito de Líbano en salir de este atolladero dependerá de la capacidad de todas las partes para poner los intereses nacionales por encima de todas las consideraciones.
El gobierno libanés, que tomó la decisión en agosto pasado de restringir las armas al estado, enfrenta un desafío triple: presiones estadounidenses crecientes, rechazo de facciones armadas a la decisión de desarme y la continuación de las violaciones israelíes al acuerdo de alto el fuego. Este difícil triángulo pone a Líbano ante una verdadera prueba de soberanía nacional.
Por un lado, Estados Unidos afirma que Líbano "no ha hecho nada" respecto al desarme de Hezbolá, mientras que la parte libanesa responde que el ejército no será un guardián de las fronteras en beneficio de Israel. Esta ecuación refleja una profunda problemática en las visiones internacionales y regionales sobre el papel del ejército libanés.
Las violaciones israelíes al acuerdo de alto el fuego, que superaron las 4500 violaciones según datos oficiales, añaden otra dimensión a la crisis. Mientras Líbano se compromete con el acuerdo según las declaraciones de Berri, Israel continúa sus violaciones y amplía su presencia en colinas libanesas ocupadas.
La decisión gubernamental de desarmar parece más un comunicado político que un plan práctico y ejecutable, especialmente ante las claras objeciones de Hezbolá y el Movimiento Amal. Esta realidad coloca al ejército libanés en una posición extremadamente sensible, entre la obligación de ejecutar las decisiones del gobierno y la necesidad de mantener la estabilidad interna.
El mayor desafío que enfrenta Líbano hoy es cómo equilibrar las presiones internacionales y los intereses nacionales, en un momento en que los efectos de la última guerra aún están presentes en la memoria colectiva. La decisión de desarme necesita de un consenso nacional más que de una decisión gubernamental, especialmente ante los desafíos de seguridad que aún persisten.
La ecuación libanesa sigue siendo compleja: soberanía nacional que debe ser protegida, presiones internacionales que no pueden ser ignoradas y una realidad política y de seguridad que requiere soluciones prácticas. El éxito de Líbano en salir de este atolladero dependerá de la capacidad de todas las partes para poner los intereses nacionales por encima de todas las consideraciones.