Siria: Logros diplomáticos frente a los desafíos de la soberanía
August 21, 20256 VistasTiempo de lectura: 3 minutos

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Después de ocho meses de "segunda independencia" que puso fin a la era de Bashar al-Assad, Siria nueva enfrenta una ecuación difícil: éxitos diplomáticos notables en el entorno regional e internacional, pero se topa con desafíos internos que obstaculizan la construcción del estado unificado. Esta paradoja define las características de la etapa de transición más compleja en la historia moderna de Siria.
El nuevo liderazgo sirio ha logrado avances diplomáticos sin precedentes. De la aislamiento internacional a la recepción del presidente Ahmad al-Shara en Riad y París, Damasco ha pasado de ser un estado marginado a un socio regional aceptable. Esta transformación no fue una coincidencia, sino el resultado de un cambio geopolítico mayor:
Relaciones del Golfo: al-Shara logró tranquilizar a Arabia Saudita y Qatar de que su proyecto es nacional y no transfronterizo, lo que abrió la puerta a enormes inversiones y asociaciones estratégicas.
Occidente receptivo: Gran Bretaña y Francia lideraron una rápida apertura europea, mientras que Washington mantuvo una postura cautelosa debido a las presiones israelíes.
Rusia adaptable: A pesar del legado de apoyo a Assad, Moscú ha comenzado a lidiar con la nueva realidad, y el ministro de Relaciones Exteriores visitó Damasco como una señal clara.
Las aperturas políticas no fueron solo discursos diplomáticos, sino que se convirtieron en contratos concretos: un acuerdo catarí para suministrar gas a Siria a través de Turquía y un acuerdo francés para gestionar el puerto de Latakia, así como inversiones sauditas y del Golfo en infraestructura y un contrato kuwaití para comprar una empresa de telecomunicaciones siria.
A pesar de los éxitos externos, Damasco enfrenta dilemas existenciales en el interior; el acuerdo de marzo con "SDF" ha permanecido en papel, mientras que las demandas secesionistas por una nueva constitución y fuerzas armadas independientes aumentan.
El nuevo liderazgo ha caído en los mismos errores de su predecesor al restringir la base de gobernanza, ignorar las corrientes de oposición y excluir a fuerzas revolucionarias que podrían haber fortalecido la legitimidad.
Siria se encuentra en una encrucijada: la opción de la fuerza: una nueva guerra civil podría estallar si Damasco intenta extender su control sobre las áreas separadas. Y la opción de negociación: continuar con el incierto camino político, con el riesgo de empoderar a las entidades secesionistas.
El verdadero desafío para la nueva Siria no está en las relaciones internacionales, sino en la capacidad de construir un nuevo contrato social que una a los sirios bajo una identidad nacional unificada. Los éxitos diplomáticos seguirán siendo frágiles mientras las tierras del estado estén desgarradas.
La pregunta que enfrentan los sirios ahora es: ¿se convertirá su revolución en un simple cambio de caras, o será un punto de partida para un nuevo contrato social que preserve la unidad del país y logre las aspiraciones de la revolución.
El nuevo liderazgo sirio ha logrado avances diplomáticos sin precedentes. De la aislamiento internacional a la recepción del presidente Ahmad al-Shara en Riad y París, Damasco ha pasado de ser un estado marginado a un socio regional aceptable. Esta transformación no fue una coincidencia, sino el resultado de un cambio geopolítico mayor:
Relaciones del Golfo: al-Shara logró tranquilizar a Arabia Saudita y Qatar de que su proyecto es nacional y no transfronterizo, lo que abrió la puerta a enormes inversiones y asociaciones estratégicas.
Occidente receptivo: Gran Bretaña y Francia lideraron una rápida apertura europea, mientras que Washington mantuvo una postura cautelosa debido a las presiones israelíes.
Rusia adaptable: A pesar del legado de apoyo a Assad, Moscú ha comenzado a lidiar con la nueva realidad, y el ministro de Relaciones Exteriores visitó Damasco como una señal clara.
Las aperturas políticas no fueron solo discursos diplomáticos, sino que se convirtieron en contratos concretos: un acuerdo catarí para suministrar gas a Siria a través de Turquía y un acuerdo francés para gestionar el puerto de Latakia, así como inversiones sauditas y del Golfo en infraestructura y un contrato kuwaití para comprar una empresa de telecomunicaciones siria.
A pesar de los éxitos externos, Damasco enfrenta dilemas existenciales en el interior; el acuerdo de marzo con "SDF" ha permanecido en papel, mientras que las demandas secesionistas por una nueva constitución y fuerzas armadas independientes aumentan.
El nuevo liderazgo ha caído en los mismos errores de su predecesor al restringir la base de gobernanza, ignorar las corrientes de oposición y excluir a fuerzas revolucionarias que podrían haber fortalecido la legitimidad.
Siria se encuentra en una encrucijada: la opción de la fuerza: una nueva guerra civil podría estallar si Damasco intenta extender su control sobre las áreas separadas. Y la opción de negociación: continuar con el incierto camino político, con el riesgo de empoderar a las entidades secesionistas.
El verdadero desafío para la nueva Siria no está en las relaciones internacionales, sino en la capacidad de construir un nuevo contrato social que una a los sirios bajo una identidad nacional unificada. Los éxitos diplomáticos seguirán siendo frágiles mientras las tierras del estado estén desgarradas.
La pregunta que enfrentan los sirios ahora es: ¿se convertirá su revolución en un simple cambio de caras, o será un punto de partida para un nuevo contrato social que preserve la unidad del país y logre las aspiraciones de la revolución.