La dominación de China sobre los minerales raros: ¿una trampa estratégica o una realidad económica?

Esta dominación no vino de la nada. China controla hoy el 70% de las operaciones de minería global de minerales raros, el 90% de las operaciones de separación y procesamiento, y el 93% de la industria de imanes permanentes que se utilizan en todo, desde teléfonos inteligentes hasta automóviles eléctricos y aviones de combate.
Pero la verdadera historia radica en cómo llegó China a esta posición. La respuesta se remonta a la década de 1990, cuando el fallecido líder chino Deng Xiaoping lanzó su famosa frase: "El Medio Oriente tiene petróleo, y China tiene elementos raros". Desde ese momento, comenzó una estrategia sistemática basada en el apoyo estatal y la asunción de pérdidas a corto plazo para lograr ganancias a largo plazo.
Los precios bajos impuestos por China no eran solo una política de precios, sino un arma estratégica que atrapó a los competidores en una trampa de rendición. Como dice John Ormerod, experto en la industria de imanes: "Los clientes iban a China para obtener una cotización, luego te pedían que la igualaras, y eso era simplemente imposible".
El resultado fue el cierre de las últimas dos empresas estadounidenses productoras de imanes para 2010, y el envío de equipos de la fábrica "Magnetek" de "General Motors" desde Indiana a fábricas en Tianjin y Ningbo, China.
Hoy, Estados Unidos, Europa y Japón enfrentan un dilema existencial: continuar dependiendo de las cadenas de suministro chinas de bajo costo, o asumir costos elevados para construir cadenas de suministro alternativas. También se pregunta Gracelyn Bhaskaran del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales: "¿Por qué comprar a un proveedor de alto costo si hay alternativas más baratas disponibles?".
Los intentos de Occidente de escapar de esta trampa siguen siendo limitados. La garantía de Washington de un precio duplicado para "MP Materials" en Las Vegas, y su compromiso de comprar toda la producción futura de una fábrica de imanes, parece una gota en el océano de la dominación china.
El verdadero desafío no radica en construir nuevas minas o fábricas modernas, sino en enfrentar un modelo económico chino único, donde el estado asume pérdidas temporales a cambio del control a largo plazo sobre los mercados estratégicos. Esta ecuación ha hecho que desvincularse de China sea "costoso y quizás imposible a corto plazo", como dice el Financial Times.