El mes de Ramadán en Siria no es solo una ocasión religiosa, sino una experiencia integral llena de vida, donde la espiritualidad se entrelaza con las antiguas costumbres y tradiciones, creando un ambiente excepcional que distingue este mes de los demás.
A medida que se acerca Ramadán, los hogares y las calles comienzan a prepararse, con luces brillantes y linternas, y los mercados rebosantes de actividad, donde la gente se apresura a comprar dátiles, albaricoques secos y frutos secos, mientras los aromas de los platos tradicionales y los dulces se desprenden de las panaderías, anunciando el inicio de la temporada de bondad y bendiciones.
Al atardecer, todos esperan el momento del Iftar, anunciado por el cañón de Ramadán, una tradición que aún se mantiene en algunas ciudades a pesar del paso del tiempo. En la mesa, la familia se reúne alrededor de platos que llevan el sabor del pasado, desde los dátiles y albaricoques secos, pasando por las sopas, ensaladas y albóndigas, hasta los postres encabezados por los dulces y el baklava.
Después del Iftar, las mezquitas se llenan de fieles para realizar las oraciones nocturnas, mientras las noches de Ramadán se extienden entre familiares y amigos, con conversaciones que van desde recuerdos hasta historias, acompañadas de una copa de arak o dátiles.
En las últimas horas de la noche, se escucha en los barrios el sonido del musaharati, ese hombre que recorre las calles con su tambor, entonando frases tradicionales para despertar a la gente para el suhoor.
A pesar de la presencia de teléfonos móviles y alarmas, muchos todavía disfrutan escuchando su llamado, como si fuera una parte indispensable de la memoria de Ramadán.
Con la llegada del amanecer, la calma vuelve a reinar en los hogares, preparándose para un nuevo día lleno de paciencia y adoración.
En Siria, Ramadán no es solo ayunar de comida, sino celebrar la vida en todos sus detalles, donde predomina el espíritu de solidaridad social, con la proliferación de mesas de caridad y el aumento de iniciativas benéficas para ayudar a los necesitados, convirtiendo las calles en espacios de amor y fraternidad.
Es un mes que lleva consigo el aroma del pasado con el espíritu del presente, donde las generaciones transmiten costumbres que han hecho de Ramadán en Siria una experiencia inolvidable, grabada en los corazones sin importar cómo cambie el tiempo.