En un movimiento sorprendente, el presidente estadounidense Donald Trump visitó ayer viernes el estado de Texas, donde amplias áreas fueron golpeadas por devastadoras inundaciones, dejando graves pérdidas humanas y materiales a su paso.
Esta visita se produce en medio de fuertes críticas al manejo del gobierno y las autoridades locales ante la catástrofe.
Está previsto que Trump y su esposa Melania lleguen a la ciudad de Kerville, ubicada en el condado de Kerr, la zona más afectada por las inundaciones que han cobrado la vida de al menos 96 personas hasta ahora.
Durante su visita, Trump tiene la intención de reunirse con los equipos de rescate y los funcionarios locales en la zona de Hill Country en el centro de Texas, para evaluar la magnitud de la destrucción y apoyar los esfuerzos de socorro.
Trump había afirmado en declaraciones la semana pasada que tenía la intención de visitar las áreas afectadas en un futuro cercano, considerando que su presencia no obstaculizaría las operaciones de rescate.
Mientras los equipos de búsqueda continúan rastreando los escombros y el lodo, más de 170 personas siguen desaparecidas, incluidas cinco niñas que estaban en un campamento de verano en el momento de las inundaciones.
No se han registrado nuevas operaciones de rescate en los últimos días, lo que genera temores sobre un aumento en el número de víctimas.
Por su parte, la secretaria de Seguridad Nacional de EE. UU., Kirstjen Nielsen, defendió la rapidez y eficacia de la respuesta gubernamental ante la catástrofe, haciendo hincapié en la necesidad de actualizar las tecnologías del sistema de alerta de desastres climáticos, que Trump describió como obsoletas y necesitadas de mejoras.