Una destacada científica rusa de treinta años de edad se encuentra actualmente en un centro de detención en Luisiana, Estados Unidos, enfrentando la amenaza de deportación, a pesar de estar detrás de algoritmos que podrían revolucionar el diagnóstico del cáncer utilizando un microscopio avanzado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.
La historia comenzó cuando Ksenia Petrova, investigadora en el renombrado laboratorio Kirschner de Harvard, llegó al Aeropuerto Internacional Logan en Boston a mediados de febrero pasado, sin imaginar que su regreso de una visita familiar terminaría con la revocación de su visa y su detención.
Las autoridades estadounidenses la detuvieron alegando falta de divulgación de muestras biológicas de embriones de ranas que llevaba consigo para fines de investigación.
Ella asegura haber respondido honestamente a las preguntas y no ser consciente de las implicaciones de lo que llevaba consigo.
Desde ese día, Petrova pasa sus días tras las rejas en el Centro Correccional Richwood, esperando un destino incierto.
Describe su experiencia diciendo: "Es como estar dentro de una máquina trituradora... no importa quién seas o qué documentos o logros tengas. Todo se desmorona".
Las autoridades estadounidenses, en particular el Departamento de Seguridad Nacional, justificaron su detención alegando que proporcionó información inexacta, lo que llevó a la cancelación de su visa tipo J-1.
Sin embargo, su abogado señala que este tipo de infracciones generalmente resultan en confiscación de materiales y una multa que no supera los 500 dólares, a menudo reducida a 50 dólares en caso de ser la primera infracción.
Por lo tanto, la revocación de la visa parece ser inusual, especialmente para una figura científica altamente respetada en círculos académicos.
Su supervisor en la Universidad de Harvard, el Dr. Leon Beshkin, se sorprendió al enterarse de que Petrova fue prohibida de ingresar al país sin detalles adicionales.
Se vio obligado a buscarla por sí mismo antes de descubrir que estaba detenida, afirmando que las estrictas medidas de inmigración se han convertido en una preocupación real para los científicos internacionales, especialmente con su aumento durante la administración de Trump, y siente una creciente amenaza a la libertad de investigación y el intercambio científico.
Petrova no es la única enfrentando esta realidad, una encuesta reciente de la revista "Nature" reveló que el 75% de 1600 científicos están considerando abandonar Estados Unidos hacia Europa o Canadá debido a las políticas actuales.
Además, Inside Higher Ed informó que más de 240 universidades han reportado cambios en la situación de más de 1550 estudiantes y graduados internacionales desde el comienzo del año.
La ironía es que esta científica, graduada del renombrado Instituto de Física y Tecnología de Moscú con fuertes recomendaciones, se encuentra repentinamente amenazada con ser deportada a un país al que teme regresar debido a sus posturas opuestas a la guerra en Ucrania, lo que la expone a la cárcel o algo peor.
En medio de esta crisis, la ciencia se convierte en la víctima, amenazando una prometedora carrera profesional que estaba a punto de marcar una verdadera diferencia en la vida de los pacientes, en favor de implacables complicaciones burocráticas, incluso a expensas de un futuro prometedor para la humanidad.