La capital libia, Trípoli, vivió anoche miércoles un ambiente tenso, después de que cientos de manifestantes se congregaran cerca de la sede del primer ministro exigiendo la renuncia de Abdel Hamid Dbeibah, jefe del Gobierno de Unidad Nacional.
Los manifestantes lo responsabilizaron directamente por el recrudecimiento de los combates en la ciudad, con graves pérdidas humanas y materiales, afirmando que sus decisiones recientes fueron la chispa que reavivó los enfrentamientos.
A pesar del fuerte cerco de seguridad y la presencia masiva de fuerzas leales al gobierno, los manifestantes lograron llegar a los alrededores del edificio gubernamental, levantando consignas en contra de Dbeibah y exigiendo su inmediata dimisión, acusándolo de ser el responsable del caos y la destrucción que han vuelto a cernirse sobre Trípoli.
También hicieron llamados explícitos a los habitantes de la ciudad para unirse a ellos y aumentar las protestas.
La tensión de seguridad estalló tras decisiones sorpresivas tomadas por Dbeibah, en las que reorganizó los cuerpos de seguridad, destituyendo al Jefe del Apoyo a la Estabilidad, Abdelghani Al-Kikli, además de apartar a personas cercanas a él de puestos sensibles, y amenazando abiertamente a la Agencia de Disuasión y Lucha contra el Terrorismo, calificándola de "fuerza no regulada".
A pesar del anuncio de un frágil acuerdo de alto el fuego entre las facciones en conflicto, la capital sigue sumida en un estado de ebullición.
Las fuerzas neutrales se desplegaron en las líneas de contacto para contener la situación y proteger a los civiles, pero los combatientes de las facciones no abandonaron sus posiciones, mientras las calles siguen llenas de tanques y vehículos militares en un escenario que refleja la fragilidad de la situación de seguridad.
Las protestas esta vez surgieron en medio de temores reales de que el país se deslice hacia una nueva guerra, en un momento en que el ciudadano libio sufre crisis acumuladas en medio de un vacío político y de seguridad crónico.