Una mujer que rompe las barreras del Vaticano para echar un último vistazo al Papa Francisco... ¿Quién es?
April 24, 2025167 VisitasTiempo de lectura: 3 minutos
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En medio de un silencio solemne que envolvía la iglesia de San Pedro en el Vaticano, donde se reunieron cardenales, obispos y altos dignatarios religiosos para despedir al difunto Papa, una mujer avanzó con determinación y calma excepcionales hacia el ataúd, sorprendiendo a los presentes que desconocían quién era, pero rápidamente se convirtió en el centro de sus susurros y preguntas. Esta mujer no era otra que la monja franco-argentina Geneviève Gianangeli, amiga cercana del Papa Francisco, a quien se le permitió superar exclusivamente los estrictos protocolos del Vaticano para despedirse personalmente del difunto. Geneviève llevaba una mochila verde en la espalda, con los ojos llenos de lágrimas. Al llegar al ataúd, se detuvo por más tiempo del habitual, pasando una hoja de papel por su rostro para secar sus lágrimas en un momento íntimo y conmovedor. Un miembro del protocolo la acompañó en silencio hasta el punto más cercano al ataúd, en una excepción rara a los protocolos que normalmente limitan los momentos de despedida inicial a las figuras religiosas prominentes, ya sean locales o extranjeras. Parece que la relación que la unía al difunto Papa tenía un significado especial, lo que hizo posible esta excepción. Medios de comunicación argentinos y europeos revelaron más tarde que esta monja no era solo una amiga, sino que fue testigo de los inicios del viaje de Francisco cuando aún era Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. El periódico argentino "Clarín" describió su determinación de despedirse como "un profundo deseo de honrar a un viejo amigo", mientras que el periódico español "El País" citó una fuente que afirmaba que su relación se remontaba a décadas atrás, específicamente a cuando el Papa era un joven trabajando en un laboratorio de química. Lo que hace que la escena sea aún más impactante es que Geneviève es la sobrina de la monja francesa Léonie Duquet, que desapareció en 1977 durante la dictadura en Argentina, y cuyo cuerpo fue encontrado más tarde en una fosa común junto a los restos de Esther Ballestrino, la mujer que era la jefa de Francisco en ese laboratorio. Este trasfondo trágico lleva consigo dimensiones humanas y espirituales que explican este profundo vínculo entre la monja y el Papa, convirtiendo el momento de despedida en algo más que un simple encuentro final, sino en la evocación de una larga historia de dolor, fe y resistencia. Mientras las cámaras de los medios continuaban capturando imágenes de la triste despedida, Geneviève abandonó la iglesia en silencio como había entrado, dejando tras de sí una historia excepcional sobre amistad y lealtad, y sobre una mujer que desafió los protocolos no por vanidad, sino en honor a un hombre que siempre creyó en la gente y abrazó a los marginados.