Informes recientes revelaron la desaparición de 20 soldados de las fuerzas de élite del Regimiento 91 del ejército norcoreano, acusados de amenazar la seguridad del líder Kim Jong-un durante un ejercicio militar que involucró el uso de armas de fuego.
Se informó que los guardias del líder notaron que los soldados miraron a Kim Jong-un mientras tenían sus armas en posición de preparación, lo cual se considera una violación flagrante de las normas de seguridad que prohíben cualquier contacto visual o movimientos injustificados mientras el líder está presente en el campo.
Según el diario británico "The Sun", el incidente ha generado una gran preocupación en los círculos de seguridad del régimen norcoreano, siendo considerado una amenaza grave e inédita para la seguridad del líder.
En respuesta, las autoridades de seguridad tomaron medidas disciplinarias severas contra los soldados, quienes no han sido vistos desde el incidente. Se especula que podrían haber sido ejecutados o trasladados a campos de reclusión forzada.
El castigo no se limitó a los soldados, sino que se extendió a sus familias, en aplicación estricta de la política de "castigo a tres generaciones" seguida por Pyongyang.
Según testimonios locales, algunas familias recibieron notificaciones misteriosas de las autoridades informando la muerte de sus hijos sin dar razones claras, y algunos parientes que intentaron investigar la suerte de los soldados desaparecieron. En un caso documentado, el padre de un soldado de la ciudad de Sariwon se dirigió a la capital para preguntar por su hijo, pero también desapareció y su casa fue confiscada en beneficio de un "ciudadano leal al régimen".
En Corea del Norte, mirar al líder supremo durante ejercicios con municiones reales se considera un error imperdonable, ya que puede dar lugar a incidentes inesperados.
A pesar de las declaraciones oficiales que justifican las sanciones por "la necesidad de preservar la santidad del liderazgo", fuentes internas han expresado un descontento no declarado por la severidad en el manejo del incidente. Un informante en asuntos militares cuestionó: "¿Tiene sentido exterminar a individuos y familias porque unos soldados miraron al líder durante un entrenamiento? ¿Dónde está la justicia del sistema por el que luchan?".
Por su parte, Michael Madden, experto en asuntos norcoreanos, considera que el incidente refleja una lucha interna entre las agencias de seguridad, donde los guardias personales de Kim intentaron culpar a los soldados para encubrir su fracaso en la organización del evento.
Madden señaló que los guardias de Kim vestían uniformes de combate azules en lugar de los trajes oficiales habituales, lo que indica un estado de alerta sin precedentes que podría haber suscitado dudas sobre la eficacia del aparato de seguridad.